sábado, 21 de diciembre de 2013

#YO (II)


En más de una ocasión nos hemos preguntado por los sujetos que construimos en Internet, principalmente en las redes sociales, entendiéndolos —en parte como posibles agentes de un proyecto ficcional en el marco de (no tan) nuevas formas de concebir los procesos de escritura y lectura.


Desde esta semana Google nos dice: «¡Qué año! Recuerda los momentos más importantes del 2013», y propone recorrer el Google Zeitgeist 2013, un espacio que recoge las búsquedas más recurrentes en dicha página a nivel mundial. ¿Podemos hablar de una especie de memoria colectiva? Tal vez sea muy apresurado hacerlo.

«Puedo googlear mis recuerdos mejor de lo que puedo recordarlos», escribe Christian Bök citando a Kenneth Goldsmith en un tuit. Más allá de las preguntas y críticas que se puedan hacer, nos quedamos con el hecho de que dicha plataforma se reconozca como depositaria de muchos de nuestros recuerdos e, incluso, del Zeitgeist; más aún, que acudamos a esta para buscarnos e identificarnos. Sin embargo, si aceptamos la premisa de que (nos) construimos un cuerpo en la red, entonces no parece tan descabellada tal idea.

Ese cuerpo que creamos es sobre todo un cuerpo textual, un flujo discursivo continuo, y la manera en que lo vamos desarrollando es una suerte de narración; nos escribimos, somos otro y el mismo a la vez. Este «sobjeto» (sujeto/objeto, como propone Vanessa Place) se despliega y actualiza en las búsquedas de Google, en las fotos y etiquetas de Instagram, en los relámpagos textuales de Twitter y Facebook, etc.

Podemos discutir sobre quiénes (dónde, cómo, por qué…) construyen tales sujetos, pero en todo caso parece innegable que se trata de una tendencia generalizada, visible, incomprensible para algunos, mientras que para otros lo incomprensible es que no sea así.

Sea como sea, insistimos en volver a la lectura de las «sobjetividades» que a cada segundo se relacionan en el espacio de la web y que parecen obligarnos a replantearnos el lugar de un yo en constante fuga.

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* Texto publicado originalmente en el diario La Verdad (21-XII-2013, p. 4).

sábado, 7 de diciembre de 2013

SIETE APUNTES DE-VOTOS (ENTRADA AD HOC)

Santa Rita de Casia

1. Escribe Enzo Del Bufalo: «Tan solo en el ámbito definido por las leyes lógicas tiene sentido la oposición entre lo verdadero y lo falso […] La condición de verdad no se opone a lo falso, sino a lo absurdo. Lo falso cae siempre en el ámbito de la razón, tiene sentido solo a partir de la aceptación de sus normas; en cambio, el campo opuesto a la razón, lo que queda excluido de la síntesis social, lo que no tiene legitimidad de ningún tipo, es la sinrazón».


2. ¿Cómo se habla cuando el referente es desconocido, cuando aún no existe una palabra que lo nombre? Tal vez empecemos a hablar extraño, con circunloquios, dando vueltas, soltando metáforas, símiles, sinécdoques, etc. Tal vez tengamos que recurrir al latín o al griego para crear un neologismo. Tal vez. Sea cual sea la opción, parece que se trataría de un hablar-loco, una obstinada jitanjáfora; es decir, absurdo y sinrazón. Tal vez.

3. «¿Pero la política no es solamente discurso sino también actividad?
Es un gran problema: ¿es verdaderamente una actividad, no es solamente discurso?»
(Roland Barthes. El grano de la voz. Entrevistas 1962-1980)

4. Pero discurso es actividad, está claro (¿lo está?). Decir es hacer. Ahora bien, los argumentos puestos en circulación son usados y reusados en una suerte de reciclaje que no encuentra salida: voz pública, televisión, prensa, Internet, redes sociales, calle y vuelve a empezar. Gritamos libertad, derechos humanos, corrupción; ¿cómo o con qué palabras se aprehenden esas abstracciones? ¿Qué es la libertad?

5. También podemos ver con otros ojos, crear dioses inefables y supremos y cobijarnos a sus pies. Todo sistema de signos llega hasta ahí, hasta el mito. Más allá solo hay absurdo, palabras sin sentido o místicos.

6. La palabra votar viene del latín votāre, que significa ofrecer un voto o hacer una promesa a una divinidad. Votamos como creyentes, ciegos de fe.

7. ¿Qué nombre usamos o qué palabras, además de esperanza, democracia o soñar? ¿Dónde estamos, en qué lugar? ¿Necesitamos realmente un neologismo para entendernos? ¿Cómo seguimos hablando ahora así, con este absurdo de por medio?

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* Una versión de este texto fue publicada en el diario La Verdad (7-XII-2013, p. 4).