sábado, 15 de febrero de 2014

UNA VOZ QUE NOS DIGA


En una actividad en homenaje al poeta Francisco Godoy (1975-2001), uno de los participantes comentó que veía en aquel alguien que apuntaba a interpretar en la escritura su ciudad, su tiempo y sus habitantes; luego se preguntó si en la actualidad habría otro discurso poético que pudiera hacerlo, y finalizó su intervención con un escueto y dubitativo «creo que no».

Para cerrar por los momentos el ciclo de notas sobre la escritura de Blas Perozo Naveda, igualmente nos preguntamos por esas voces que logran reconocer, leer y dar cuerpo a un momento, a un lugar, etc., y que quizás por eso —por paradójico que parezca— se mantienen vigentes.

Partimos del supuesto de que la obra de Naveda (aún en proceso) ha logrado esto, si bien nos hemos concentrado en solo dos de sus poemarios, ambos claves para leer a Maracaibo.

Ahora bien, ¿en qué nos basamos para dar esto por sentado? De alguna manera ya respondimos esta pregunta con los breves artículos que preceden a este. Hemos hablado de las marcas del discurso oral en la escritura, de referentes que trazan el mapa de una ciudad, de nombres que despliegan filiaciones literarias, que crean marcos para hacer funcionar una obra; del gesto doble que dice y desdice a un mismo tiempo; de algo que podríamos llamar un dibujo del panorama literario, etc. Pero además entendemos que esta «puesta en escena» planteó (y sigue planteando) revisiones de la tradición literaria y, en consecuencia, hace frente a la academia, a ciertos movimientos contemporáneos, a la crítica, al canon… Es decir, pregunta por el ejercicio mismo de la escritura, su alcance, su naturaleza.

Insistimos: Partimos de la suposición de que en la poesía de Blas confluyen múltiples voces que la convierten en vehículo de su momento. Sin embargo, no podemos evitar preguntarnos, como la persona mencionada arriba, si habrá en la actualidad una voz que nos diga, que nos lea y donde podamos decir también; esto es, una escritura con la que podamos dialogar. ¿La hay?

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* Texto publicado en la web del diario La Verdad (15-II-2014).
IMAGEN: http://1.bp.blogspot.com/-pQg8yoQnDqE/T6Sur7AfgXI/AAAAAAAAFWk/_6rnoEus734/s400/caleidoscopio.jpg

sábado, 1 de febrero de 2014

SOCAVAR COMO ESTRATEGIA

Christo y Jeanne-Claude

Para continuar la relectura que hacemos de algunos aspectos de la poética de Blas Perozo Naveda, quisiéramos hacer hincapié en otro elemento que resalta y que ya mencionamos en la nota anterior: las marcas del habla incorporadas a la escritura, que resaltan sobre todo en los poemarios Date por muerto que sois un pobre perdido y El orden constitucional y otros boleros de amor, hasta el punto de que es una de las características más señaladas, si no la más; igualmente, hasta el punto de encandilar la lectura, por lo que, ya cegados, a ratos olvidamos que se trata de la palabra que sucede en el poema; la misma, la de siempre, pero ejecutada en un espacio que tiende a lo múltiple. Entre otras cosas, por esto uno de los poemas inicia «Lenguaje poético es este…», como reubicándonos en el texto.

Pero vayamos a la pregunta clave: ¿Qué función cumple en el desarrollo de esta poética la estrategia de acercar habla y escritura? ¿Qué la motiva?

Como dijimos en el artículo precedente, en esta obra hay un gesto doble que niega y replantea el ejercicio del poema. En ese movimiento, cuando leemos «teseguiréhastaelfindestemundo», a la par vemos cómo va estableciendo diálogos con la tradición literaria, crea un marco para la escritura y se inserta en él. Por ejemplo, acude a «Tiisieliot» (T.S. Eliot), Ernesto Cardenal, Walt Whitman, César Dávila Andrade o Allen Ginsberg, por solo anotar cinco nombres que ofrecen claves para la lectura. De igual forma, los registros del habla proponen un contrapeso o camino alterno frente al concepto de poema vigente en un momento y espacio determinado; es decir, frente a un sistema constituido cuyas condiciones es necesario aceptar a fin de que el texto circule como objeto poético. En esta negociación, al leer «un día destos vengo y me arrecho / y entonces me voy por el páramo» nos preguntamos por la validez de determinados registros o palabras en el poema, momento en que reconocemos que este se ofrece como zona de escape, como un sistema alterno dispuesto a funcionar como aquel, más aún cuando vemos que más adelante se relaciona con «Fáñez» (Alberto Áñez Medina) y Ramón Palomares, por lo que ese páramo adquiere nuevos matices. De esta manera, la estrategia funciona socavando las bases que sostienen el poema para ocupar ese espacio con otras voces (cotidianas, cercanas, familiares…) que de pronto se nos presentan renovadas y nos hacen volver la mirada al texto.

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* Texto publicado originalmente en la web del diario La Verdad (1-II-2014).
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