Había escrito algo con buena pinta, quizá hasta serio, pero justo cuando sombreaba todo para justificar la alineación se borró. Después de las consabidas blasfemias y chispazos verbales, vuelvo al ataque, aunque sea una tontería esta entrada.
La cosa es sencilla. Una amiga me prestó un libro llamado Nada Sagrado. Textos Zen, jurándome que me gustaría, aún cuando ella sabe (o yo creo que sabe) que no he sido muy dado a indagar en el zen, el budismo y demás filosofías orientales.
Una vez dispuesto a leer, abro el libro y lo primero que me topo es el siguiente sutra:
Yo quiero paz
"Yo" es ego,
"Quiero" es deseo,
resta el ego,
el deseo,
y tendrás paz.
Inmediatamente me reí; no en tono de burla ni mucho menos, sino porque es mi reacción natural ante las cosas que me gustan porque sí y en el mismo instante. Sin embargo, en este caso creo saber qué es lo que me gusta: el maestro que habla hace zen (si tal puede decirse) a través del lenguaje, es una operación lingüística lo que acontece: afuera el sujeto, afuera el verbo y queda el objeto directo. Es zen lingüístico... no sé, para mí, que poco sé del tema, es genial, fino (perdonen la superficialidad). De hecho, este texto me recuerda algunos poemas de Ajo. Cito uno como ejemplo:
¿Y si corazón no fuera más que
el aumentativo de la palabra coraza...?
Fino, ¿verdad?