Dos ámbitos semánticos del lenguaje del fútbol en España
Leonardo Gómez Torrego. Instituto de la Lengua Española (CSIC)
El lenguaje del fútbol presenta todos los rasgos de una jerga, pues es un lenguaje especial y familiar que usan entre sí los aficionados a este deporte y que difícilmente entienden quienes lo desconocen. Ahora bien, en el uso de los rasgos jergales futbolísticos no existe, como ocurre en otras jergas, por ejemplo en la del hampa, la intención de no hacerse entender por los no aficionados; muy al contrario, quien habla con tales rasgos cree que todos los que se escuchan entienden lo que se dice. No hay, pues, intención de ocultamiento, aunque pueda ser críptico el lenguaje empleado. En efecto, es difícil que el no entendido en el deporte del fútbol pueda comprender expresiones como «El extremo dio el pase de la muerte a su compañero» o «Todo el equipo está colgado del larguero»; pero, insisto, si un locutor de televisión o radio se expresa de esta manera es porque está convencido de que todos los espectadores u oyentes entienden los significados de tales voces o expresiones; de hecho estas se proyectan también en la prensa escrita. De todas formas, es cierto que en la jerga futbolística hay rasgos semánticos o retóricos más transparentes que otros. Así, si un no entendido en las peripecias futbolísticas está viendo un partido por televisión y oye de labios del locutor de turno «El jugador remató con la cabeza» (con el uso metafórico de rematar), lo más probable es que haya comprendido el mensaje. Otra cosa es cuando se dice, por ejemplo, que «El árbitro le ha tomado la matrícula a un jugador», que «El delantero la dio con la de palo», que «El extremo remató al palo corto», o bien que «La pared que hicieron Joaquín y Villa fue estupenda». Son éstas expresiones muy opacas para quien no está familiarizado con las retransmisiones futbolísticas.
En una jerga, lo más característico de su lenguaje es siempre el léxico. En la que aquí nos ocupa nos vamos a fijar en dos ámbitos léxicos bastante opuestos, que, sin duda, son los más llamativos. El primero de ellos, indudablemente el más representativo, es el ámbito bélico. Un partido de fútbol se concibe como una guerra entre dos ejércitos: hay vanguardia y retaguardia; defensa, ataque (defensores y atacantes) y contraataque; existe una táctica en la disposición y movimiento de los jugadores en el terreno de juego; en un equipo hay un capitán o varios; al delantero centro se le llama también ariete; se habla de tiros, disparos o cañonazos a puerta (‘lanzamientos con violencia a la portería’); se fusila al portero (‘se lanza el balón a la portería con gran potencia’); se remata (‘se da al balón generalmente con la cabeza o el pie para hacer un gol’); un jugador puede estar en un momento determinado con el gatillo preparado (‘con la pierna preparada para dar al balón’), o se dice que el jugador (no) ha engatillado bien el balón; se bombean balones al área contraria (‘se lanza el balón por alto con una trayectoria parabólica’); un jugador arma la pierna para dar a la pelota (‘prepara la pierna’); un equipo se rearma (‘se reordena o se refuerza con nuevos jugadores que sustituyen a otros’); algunos árbitros desenfundan (‘sacan lar tarjetas o cartulinas con mucha rapidez para mostrárselas a los jugadores que cometen ciertos tipos de infracciones, tal y como haría un buen pistolero’); hay defensas numantinas o inexpugnables (‘jugadores que en la defensa se emplean con especial potencia y ardor cuando su portería se siente muy acosada por el equipo contrario’); en esta misma situación, también se dice que se apela a la heroica o a la épica; un equipo de fútbol puede salir al campo con todo su arsenal y, además, sus jugadores son denominados efectivos; un entrenador saca toda su artillería cuando su intención es atacar la portería contraria para hacer goles, por lo que los grandes goleadores se llaman artilleros; en ocasiones se pone cerco a la portería contraria o se la asedia; un equipo juega a ráfagas cuando juega bien en ciertos momentos y mal o regular en otros; los balones lanzados con mucha potencia a la portería se llaman también obuses; los jugadores tienen la pólvora mojada cuando no hacen goles; y si un jugador lanza el balón con frecuencia a la portería con intención de hacer gol, y se le va fuera, se dice que tiene el punto de mira desviado; y cuando queda una última posibilidad de hacer gol, lo normal es decir que al equipo le queda un último cartucho; los equipos a veces se convierten en murallas o fortines; y si el entrenador arriesga mucho sacando más delanteros en detrimento de las defensas porque necesita neutralizar la ventaja del equipo contrario en el marcador, se dice que quema las naves o que han tocado a rebato, o, incluso, que han sonado los tambores de guerra; y un equipo puede someter al otro a un bombardeo continuo (‘lanzamientos continuos a la portería).
Relacionados con este léxico bélico se encuentran algunos vocablos que aluden a la muerte. De hecho se llama pase de la muerte a la acción de dirigirse con el balón un jugador en diagonal desde la línea de banda hacia la línea de fondo para, una vez cerca de esta, pasar el balón hacia atrás (también en diagonal), de forma que un compañero más retrasado en su posición en el campo pueda empujar el balón a la portería y hacer gol. Se habla también de un balón muerto, cuando este ha quedado frenado o casi frenado entre jugadores de uno y otro equipo. Hay, además, contraataques mortales, letales o mortíferos y, como ya se ha apuntado, hay mucho o poco remate o se remata mucho o poco en un partido de fútbol; si un jugador es un buen «rematador» y hace goles con frecuencia, se puede decir de él que tiene instinto asesino o que es un matador del área. Al punto desde donde se lanzan los penaltis se le llama punto fatídico, y los jugadores que juegan en la delantera son verdaderos puñales o flechas si son muy rápidos. Es frecuente, además, decir que un lanzamiento a puerta se envenenó si, cuando parecía que no llevaba peligro, al final, por alguna circunstancia, como el hecho de golpear en un jugador, lo adquiere por desviarse su trayectoria; como consecuencia, hay lanzamientos envenenados.
Contrasta con este lenguaje bélico el de otro ámbito que tiene que ver con sentimientos y actitudes o actividades más o menos afectivas, lúdicas, artísticas o, incluso, poéticas. Se dice, entre otras cosas, que el balón besó las mallas (‘tocó o golpeó en la red de la portería, por lo que se produce un gol’); que el balón acarició o lamió el poste (‘pasó muy cerca de uno de los postes de la portería’); que un jugador mima (o trata con mimo) el balón (‘toca el balón con suavidad y dominio’) o que tiene un guante en su pierna (‘golpea el balón con gran precisión, especialmente cuando lo dirige a un compañero a una distancia considerable’); en el fútbol se ejecutan vaselinas, metáfora que tiene que ver con la suavidad con que alguien toca el balón levantándolo por encima del portero para hacer gol; un balón entra llorando o mansamente en la portería si se dirige a ella con lentitud; los balones se pasean por el área si pasan por entre jugadores de uno y otro equipo sin que ninguno logre tocarlo, y rondan la portería (‘el balón está con mucha frecuencia en el área de un equipo con el peligro claro de que a este le hagan gol’); un equipo puede dormir un partido si pretende que el ritmo sea lento porque le interesa; y también un jugador duerme la pelota (o el balón) cuando, bajando esta de lo alto, él es capaz de dejarla con el pie sin apenas movimiento o desplazamiento, en un alarde de dominio y de técnica; si el balón cae en la zona central del área, se dice que ha caído en el corazón del área; por otra parte, las jugadas se pueden hilvanar o trenzar; y si un equipo juega muy bien, se dice que ha bordado el juego; cuando un jugador toca intencionadamente el balón con la cabeza con un ligero roce, de modo que el balón apenas tome altura, para que vaya directamente a la portería contraria o indirectamente a un compañero con la intención de hacer gol, se dice que peina el balón, metáfora muy atrevida sin duda, que podríamos entender como invertida, pues no es el balón el que hace de peine, como cabría pensar, sino la cabeza del jugador, que, fuera de la jerga futbolística, sería la cosa peinada. Hay también toques (del balón) sutiles. En esta línea casi poética, pueden comentarse algunas voces que guardan relación con la música. Así, una cantada (o un cante) del portero o de un defensa es un error garrafal; de la misma manera se dice que el portero cantó en una jugada si falló ostensiblemente, y si se quiere ponderar el fallo aún más, se dice que el portero cantó más que Pavarotti. Por otra parte, un equipo baila a otro (obsérvese la construcción sintáctica: en la lengua estándar nunca se dice que «una persona baila a otra») si sus jugadores se pasan el balón entre sí de forma que los jugadores contrarios sean incapaces de quitárselo; también se aplica este verbo a un jugador que hace lo mismo con un contrario hasta ‘marearlo’ (hipérbole propia también de esta jerga). Además, del jugador que distribuye el juego en el centro del campo se dice que es el director de orquesta o que lleva la batuta de su equipo; el fútbol-acordeón es el que se caracteriza por que los jugadores de un equipo se «despliegan» y «repliegan» ordenadamente, juntándose y separándose según las circunstancias del juego. Cuando un jugador se eleva limpia y ágilmente para dar el balón con la cabeza, haciendo con el cuello un giro obligado con el fin de dirigir el balón con intención de hacer gol, se dice que marca los tiempos. Además, en un partido hay ritmos lentos, rápidos, trepidantes… como en la música; y hay jugadores como el francés Zidane o el brasileño Ronaldinho, de los que se dice que hacen balé con el balón. Incluso una flagrante impropiedad léxica como la que se produce con la locución al unísono, propia del mundo musical, con el significado de ‘a la vez’ («Los dos jugadores saltaron al unísono») se oye y se ve escrita con alguna frecuencia en los medios. Tampoco es raro oír hablar de los diversos compases del partido, por ‘los diversos momentos del partido’.
En resumen, dos ámbitos semánticos que contrastan: la épica y la lírica en la jerga futbolística.