En una reciente lectura de poesía, un video iba mostrando fotografías de los poetas participantes; cuando se detenía en una, leía la persona que correspondía a la imagen proyectada. Cada participante tenía un minuto para leer, luego seguían pasando las fotos y el que leyó debía pasar el micrófono a otro, y así sucesivamente.
Hasta ahora nada mal. El problema se da cuando tal dinámica se presenta a sí misma a medida que la actividad avanza. Los lectores no saben qué hacer, continúan leyendo o se quedan callados una vez que suena el tictac que marca el fin del minuto. Los poemas quedan descuartizados, apenas alcanzan a decir algo, devienen objetos inservibles.
Conforme avanza el recital, los poetas le van tomando el ritmo, el pulso a la actividad. Los textos igualmente quedan recortados, solo que ahora son cortes producidos adrede, intencionales. Los que leen no pueden evitar quejarse y de vez en cuando prolongan la lectura más allá del tiempo permitido.
El hecho de que el poema quede a medio camino, como cortado, no es necesariamente un problema, como tampoco lo debe ser que el lector/productor de sentido quede descolocado, con la frase a medias. De hecho, conceptualmente es una gran posibilidad. El poeta/lector se vería obligado a reformular el texto; si debió escoger fragmentos para que «entraran» en ese minuto, ya estaba operando una reorganización, que traería consigo —podríamos decir que de manera inevitable— un desplazamiento y un nuevo abanico de posibles lecturas. Así, el recital habría que verlo no solamente como una «exhibición» de poemas, sino como una puesta en escena, algo cercano al performance o al jam session, si se quiere.
Sin embargo, es probable —pensamos— que este no sea el caso; es decir, que la propuesta del recital haya sido esta. Pareció, eso sí, una actividad que falló en algo fundamental: en la preparación, en la coordinación. Los que ahí leyeron no sabían cómo era la dinámica hasta que empezaron a leer, de modo que extenderse en la lectura o el silencio desbordaron de alguna manera las intenciones iniciales, y lo que pudo ser una propuesta para exponer y disparar hacia nuevos territorios el poema como proceso quedó quizá como una nueva y errática lectura.
En todo caso, no hacemos más que especular, no podemos ir más allá por los momentos. Quedará esta nota como una lectura de otra lectura: el bonus track del bonus track.
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* Texto publicado originalmente en el diario La Verdad (sábado 25 de mayo, p. 4)
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