sábado, 26 de octubre de 2013

ESCRIBIR EN EL BORDE (II)


En el artículo pasado mostramos tres ejemplos de poéticas que intentan llevar al límite la escritura yendo más allá de la escritura misma y haciendo uso de otros medios. Sin embargo, esto podría parecer un ejercicio meramente formal, algo de estructura superficial; después de todo, lo que vemos es la recurrencia a otros lenguajes. Pero en estos casos, ¿realmente el texto es llevado a sus límites? ¿«El lenguaje deja de ser representativo para tender hacia sus extremos» (Deleuze y Guattari)? Si bien no podemos ahora mismo detenernos a determinar esto último, en cambio podríamos intentar ver otros ejemplos, acaso menos «experimentales», en los que la escritura poética es llevada a zonas fronterizas donde no se sabe realmente en presencia de qué tipo de objeto textual se está.


En el poemario Malencuentro pero tenía otros nombres (1975), de la venezolana Emira Rodríguez, asistimos a una suspensión del lenguaje en tanto medio de comunicación; incluso, a veces las propias frases parecen quedar postergadas para un cierre que les otorgue algún sentido: «cuatro dos uno siete dos conclusos con perfiles / de plumas sagitarias giran las cometas / malencuentro te llaman cara cortada / bejuco amarillo colinas de capricornio».

Como apunta Santiago Acosta refiriéndose a la «poética del desvarío», «se trata, tal vez, de un manejo de la veladura del sentido para disparar la atención […] hacia zonas más hondas de la imaginación, la memoria y el lenguaje». O bien, hay una invitación a ejecutar otra lectura, a construir otro lector.

El primer texto de Entre testigos (1974), de Octavio Armand, no es un poema, es un fragmento de la guía telefónica de Nueva York que deviene poema, y funciona como tal en la medida en que se desarrolla en un hábitat que se lo permite. Como leemos más adelante: «El texto deviene contexto; la lectura precisa iniciación, pretexto».

Siendo así, al menos en este último caso, no se trataría tanto de un sentido que se nos escapa como de otra manera de encarar el poema; así como la escritura, es necesario también llevar la lectura hasta un lugar de borde, a una zona limítrofe. Después de todo, ¿qué hace que el sentido quede rebasado por un uso dislocado del lenguaje? ¿Por qué echar mano de esa habla trastocada? En cuanto intentamos responder estas cuestiones sugerimos lecturas: creamos sentidos (¿nos alejamos del borde?).

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* Una versión de este texto fue publicada en el diario La Verdad (26-X-2013, p. 4).

sábado, 12 de octubre de 2013

ESCRIBIR EN EL BORDE (I)


En una entrevista, el poeta canadiense Christian Bök declaró: «A diferencia de los artistas de otras áreas donde la práctica de vanguardia es normativa, los poetas tienen pocos incentivos para alejarse del catecismo aprendido, y dado que conocen poco la importancia del método epistemológico (puesto que no suelen especializarse en otras disciplinas más desafiantes más allá del campo de las humanidades), tienden a escribir sobre lo que mejor conocen: ellos mismos, su propia subjetividad. La idea de que un escritor dirija un experimento analítico de literatura para lograr descubrimientos sobre la naturaleza del lenguaje parece bastante extraña para la mayoría de los poetas».


Y más adelante: «El futuro de la poesía tal vez no resida ya en el lirismo estándar de anécdotas emocionales, sino en otros procedimientos exploratorios, algunos de los cuales podrían parecer del todo no poéticos, ya que no funcionan por medio de la expresión de pensamientos subjetivos, sino […] por medio de la colonización de léxicos desconocidos o a través de la simulación de formas artísticas no literarias».


Así como Bök, también otros escritores han expresado posiciones más o menos similares. En todo caso, la cuestión sería dónde ubicar la escritura; mejor dicho, ¿hasta dónde es posible llevar el ejercicio de la escritura antes que deje de pertenecer a lo literario?

Bök trabaja en The Xenotext Experiment, un proyecto con el que intenta codificar un verso breve en una secuencia de ADN para implantarlo en una bacteria, de manera que sea una especie de poema-virus, un poema viviente; Kenneth Goldsmith ha publicado, por ejemplo, Day, un “poemario” resultante de la transcripción de la edición de The New York Times del 11 de septiembre de 2001, y Agustín Fernández Mallo echa mano de otros lenguajes (videos, gráficos, etc.) y los incorpora a sus obras. A partir de estos tres ejemplos reiteramos la pregunta: ¿Hasta dónde soporta la escritura la tensión antes de pasar a ser algo totalmente diferente?

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* Texto publicado originalmente en el diario La Verdad (sábado 12-X-2013, p. 4).

martes, 8 de octubre de 2013

UN DECIR ERRADO (2011)


El pasado 5 de octubre se llevó a cabo la presentación de los libros ganadores del I Concurso Nacional de Poesía Delia Rengifo (2011), realizado por SUReditores. En la Antología poética, correspondiente a los textos de los ganadores de mención, se incluye mi poemario Un decir errado.