El pasado viernes 21, en el marco del Día Mundial de la Poesía, la Biblioteca Pública María Calcaño llevó a cabo el conversatorio/recital La poesía como riesgo y hallazgo, actividad en la que participamos junto con Luis Ángel Barreto.
Entre varios temas que se pueden extraer de dicho diálogo, en esta oportunidad resaltamos uno que surgió tras el comentario de uno de los asistentes, que planteaba la posibilidad de la lectura en voz alta como requerimiento o realización del poema; es decir, que el hecho de que pueda recitarse (desarrollarse o actualizarse en voz alta) sería condición para que el texto adquiera cualidad poética.
Por supuesto, no basta con afirmarlo o negarlo. Tal proposición conlleva una forma de entender el poema, en primer lugar; por ejemplo, como un sistema ligado a la oralidad por naturaleza. Asimismo, la escritura funcionaría en principio como partitura, a la espera de un ejecutante. Conlleva igualmente una concepción del cuerpo: cuerpo que lee, que corporiza la palabra, que despliega, prolonga y crea sentidos; es decir, cuerpo que media entre máquinas significantes.
Sin embargo, esta manera de concebirlo podría llevar a deslegitimar poéticas con una larga tradición (poesía visual, concreta, etc.) u otras más recientes que echan mano de diferentes lenguajes para incorporarlos al poema (postpoesía, poesía digital, conceptual, etc.).
No se trata de eliminar la musicalidad o «recitabilidad» como criterio para calificar o descalificar el texto en tanto poema, sino de no interpretarlo como condición sine qua non para valorar el carácter poético del texto. Las matemáticas, la programación informática, las redes sociales, las direcciones y los correos electrónicos y la notación musical son lenguaje, escritura; ¿qué evita entonces que sean incorporados y puestos a funcionar en un poema?
Rosa Navarro Durán, en Cómo leer un poema (1998), anota: «El contexto literario le proporciona [al lector] una clave esencial para la lectura del texto. No puede leer de la misma forma un poema de la Edad de Oro o uno contemporáneo […] El poema amoroso de Lope, de Góngora, de Quevedo está codificado y, si se conoce el código literario, puede aprehenderse con exactitud». Y más adelante, refiriéndose a un soneto de Quevedo, apunta: «En el segundo cuarteto, la mención explícita de Faetón implica el conocimiento del mito».
Obviando por ahora algunas observaciones que se podrían hacer de la cita, lo cierto es que la recurrencia al mito, a la historia o a otras obras literarias crea marcos conceptuales, filiaciones estéticas, delimita —hasta cierto punto— los sentidos. Así, la referencia funciona como un texto plegado o concentrado que es necesario desarrollar para leer.
Visto así, podemos plantear que, en efecto, un enlace, un hipervínculo, puede funcionar de la misma manera. El texto se desarrolla en diferentes espacios simultáneamente, recorrerlos o no depende de las elecciones que se arriesguen en la lectura. Click o no click, he ahí el dilema.
Hemos puesto solo el ejemplo del enlace, pero se podría hablar igualmente de esos otros lenguajes que mencionamos, cuya funcionalidad dependerá en todo caso de la pertinencia que tenga en el poema, más allá de que pueda o no recitarse. Después de todo, en la lectura siempre habrá un cuerpo, una voz, solo hace falta interrogarlo, auscultarlo para intuir los síntomas.
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* Texto publicado originalmente en el diario La Verdad (29-III-2014).
IMAGEN: http://www.bibliotecapublicadelzulia.org.ve/index.php?option=com_content&view=article&id=1550:la-poesia-se-vive-como-riesgo-y-hallazgo&catid=22&Itemid=124 (Foto de Luis Soto).