La semana pasada se llevó a cabo el seminario Discusiones en el Centro de Arte de Maracaibo Lía Bermúdez. Entre los distintos elementos diferenciadores y las constantes que aparecieron una y otra vez, me llamó la atención la recurrencia explícita en mayor o menor medida a la apropiación como característica que recorre el arte contemporáneo venezolano. Pero más que este hilo conductor, lo resaltante es que en las discusiones sobre literatura esta cualidad no está presente. (La ponencia sobre poesía, a cargo de Gina Saraceni, por sus propias características, la elección de los textos y el tema, no era quizás la llamada a desarrollar tal aspecto.) Probablemente se trata de un asunto de lenguajes: pensar el poema con conceptos tomados del arte visual puede pasar como un error; sin embargo, por lo menos en principio, esta trasposición no debería ser desdeñada, después de todo, podría ser un ensayo para plantear nuevas lecturas; pero además, dicho tema se ha discutido en otras latitudes y parece incluso ya asumido como parte de ciertas prácticas poéticas. Así, la pregunta sería por qué en Venezuela el debate sobre la apropiación literaria ha pasado por debajo de la mesa, por no decir simplemente que no ha existido.
Podríamos pensar que el tema no interesa, que es entendido como mera moda o algo momentáneo e intrascendente, lo cual no sería raro, puesto que, en efecto, muchas de las reseñas y artículos que tratan al respecto se quedan muchas veces en lo accesorio, sin preguntarse apenas por lo que le sucede al lenguaje en el proceso. Por otro lado, también puede pensarse que se debe a que la reciente producción literaria venezolana no ha incorporado este procedimiento a su práctica y, en consecuencia, no genera tal debate. Sin embargo, por lo menos dos poemarios recientes: Paisajeno, de Willy McKey, e Historia privada de un etcétera, de Natasha Tiniacos, toman textos de otros para situarlos en un nuevo contexto, en mayor o menor medida, explícitamente ambos. Y yendo un poco más allá, en otro momento, con un tono y una hondura diferente, Octavio Armand, esa isla de la tradición poética nacional, recurre en diversas partes a múltiples voces para apropiarlas en su escritura.
Con estos precedentes, nos preguntamos, ¿no es válido y valioso generar una conversación sobre la apropiación como práctica poética? ¿Hasta dónde la voz ajena deviene propia? Huelga decir que no se trata de defender este procedimiento, no hace falta estar de acuerdo. Al nombrar Paisajeno e Historia privada de un etcétera no estamos dando ningún juicio de valor, positivo o negativo, sino que son puestos como ejemplos que requieren —pensamos— lecturas desde ese otro ángulo, desde esa clave que ellos mismos plantean y que, por lo tanto, puede ser incorporada a la crítica literaria para ver en qué medida funciona, cuánto coadyuva al proyecto poético, etc.
___________________
* Texto publicado originalmente en la web del diario La Verdad (11-X-2014).
IMAGEN: http://revistaojo.com/wp/wp-content/uploads/2014/06/portada-25.png
No hay comentarios:
Publicar un comentario