domingo, 31 de marzo de 2013

YO OPINO


Opinar es trazar una equis en un mapa, dar a conocer un lugar o, como solemos decir, dar un punto de vista; a su vez, tal lugar pone en evidencia diversas relaciones con otros lugares. El espacio como metáfora-brújula para poder movernos.

Ahora bien, ¿quién traza esa equis? Tal vez nos engañamos si pensamos que es alguien más allá del sujeto textual. Este es el que intenta (no puede hacer más que eso, intentar) dar coherencia al discurso, proponer un hilo de Ariadna que detenga las ambigüedades, los sinsentidos. El que dice yo pienso, yo creo, yo opino deja de ser el "escritor" desde el momento en que la escritura entra en juego. Lo más que tenemos es una serie de personajes (sujetos textuales) en escena que ensayan poniendo a funcionar un desarrollo o recorrido propio: una suerte de Bildungsroman fragmentada.
Sin embargo, también nos engañaríamos si, aferrándonos al personaje como agente ficcional, optáramos por hacer a un lado las señas que preceden al texto de opinión. No es casual que lo primero que leamos sea un nombre y un cargo o profesión: La opinión debe ser validada, respaldada, dar cuenta de su origen; en resumen, debe decir quién es el autor. Este, así como sucede con el sujeto textual, también pretende ser un dique del discurso, delimitarlo, darle un determinado carácter. Aquí, como en tantos otros campos, se pone en evidencia el juego social del nombre.
La sección de opinión de un periódico tiende generalmente a construir un diálogo, por lo menos, entre dos lugares (interlocutores), que irán acercándose o separándose según los niveles de permeabilidad de estos, si es que hay tal cosa, pues suele pasar que ambos conocen bien el terreno al que llegan y se saben cercanos a este: por eso el diario es (a) diario, más que por el repetido «saber lo que pasa». No hace falta decir que esta característica hace del diálogo un monólogo a muchas voces.
Si bien esto son solo apuntes, una lectura bastante incompleta (ni siquiera nos asomamos a ver la comunicación que se establece entre los textos de opinión dispuestos en una misma página y, más allá, con los del resto del periódico), no podemos dejar de hacer una pregunta: ¿para qué usar el mapa si ya se sabe dónde está la equis?
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* Texto publicado originalmente en el diario La Verdad (31-III-2013)
IMAGEN: http://www.cadenatitulativa.com/imagenes/mapasantiguos/1829.GIF

sábado, 23 de marzo de 2013

LLEGAR TARDE


En la clase el profesor habló de buscar el hilo que trae consigo todo el tejido para referirse al ejercicio de la crítica literaria. La metáfora no es nueva: texto viene de textus, participio del verbo latino texo: ‘tejer, trenzar, entrelazar’. Lo que quería decir era que buscáramos los elementos que, una vez empezados a estudiar, entran en relación con otros agentes de la obra, de modo que lográramos reconocer el diálogo y las formas de construcción de sentido propuestos. Sin embargo, el poema siempre daba zancadas de octópodo y ponía sobre la mesa una flecha apuntando en todas las direcciones. Roland Barthes dijo en su momento que el poema y el diccionario se asemejan en que en ambos las palabras despliegan todos sus significados. Cuando damos con el hilo nos encontramos con que este viene a su vez con otros hilos, que igualmente van de la mano con otros más, y así sucesivamente: multiplicación constante de sentidos que demanda cartografiar el discurso poético para avanzar en la lectura. ¿Y cómo haremos esta cartografía? 

Leer es sospechar, solía decir otra profesora, y si aceptamos que en el poema cada palabra comporta múltiples significados, es inevitable que nos acerquemos sospechando, sopesando cada elemento que nos ofrece el texto, el cual —no lo olvidemos— apunta siempre en todas las direcciones, de modo que mientras leemos en determinado plano (teórico) del poema, en otro las palabras se están derramando, señalando, desplazando y aniquilando sentidos sin cesar, por lo que siempre llegamos tarde al poema, cuando ya está en otra parte.

* * * 

El pasado jueves 21 se celebró el Día Mundial de la Poesía, propuesto por la Unesco en 1999 para festejar «otra faceta posible del diálogo entre las culturas». ¿Y cómo dialogar si el poema es un laberinto? Antes que medio, dispone una “trampa” polisémica que cruza diálogos, voces, etc., así que una vez más llegamos tarde al texto, que ya se mueve en otra parte, dejando entrever una posible comunicación.

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* Texto publicado originalmente en el diario La Verdad (23-III-2013, p. 4)
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martes, 19 de marzo de 2013

ALIENUS [ENSAYO CIRCUNSTANCIAL N.º 3]

Pessoas

Nombre glorioso
nombre de ángel caído del cielo / caído de un helicóptero
¡oh, Altazor!, ¡gran rey Altazor!
acá sentimos tu fuerza, ¡oh, gran nube nuclear!
y vivimos sin vivir en nosotros porque morimos porque no morimos

* * *

Cae / Cae eternamente / Cae al fondo del infinito / Cae al fondo del tiempo / Cae al fondo de ti mismo / Cae lo más bajo que se pueda caer / Cae sin vértigo / A través de todos los espacios y todas las edades / A través de todas las almas de todos los anhelos y todos los naufragios / Cae y quema al pasar los astros y los mares / Quema los ojos que te miran y los corazones que te aguardan / Quema el viento con tu voz / El viento que se enreda en tu voz // Y la noche que tiene frío en su gruta de huesos // Cae en infancia / Cae en vejez / Cae en lágrimas / Cae en risas / Cae en música sobre el universo / Cae de tu cabeza a tus pies / Cae del mar a la fuente / Cae al último abismo de silencio / Como el barco que se hunde apagando sus luces // Todo se acabó [...] (Fragmento del «Canto I» de Altazor, de Vicente Huidobro)

§

Padre nuestro, que estás en el cielo
te ofrecemos nuestras casas como tabernáculos
toma nuestra sangre
bébela y sálvanos de nosotros
que no sabemos vivir, comer, trabajar, besarnos,
tocar, escuchar, hablar, ver, leer, nadar, volar,
toser, estornudar, dormir, cambiarnos la ropa,
lavar los platos, criar niños, alimentar mascotas,
comprar entradas para el cine ni nada, nada, nada…

ven, padre, y haznos parte de tu gran misión…

§

Yotredad

Arthur Rimbaud, Fernando Pessoa,
Alberto Caeiro, Álvaro de Campos,
Ricardo Reis, Dios uno y trino,
Eduardo Polo, Tomás Linden,
Sergio Sandoval, Blas Coll,
Miguel, barro...

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sábado, 16 de marzo de 2013

LA VERDAD SEA DICHA... [ENSAYO CIRCUNSTANCIAL N.° 2]



Un ejercicio que caracterizó las primeras décadas del siglo XX fue la revisión del lenguaje. Desde la poesía hasta la matemática, pasando por la filosofía, los sistemas de representación que los sustentaban entraron en crisis bajo el cuestionamiento de las disciplinas que hasta entonces parecían valerse de estos casi con total fe en su transparencia. Así, por ejemplo, las vanguardias históricas pusieron a prueba ―una vez más― las formas tradicionales del poema, la matemática sufrió una crisis de fundamentos y Wittgenstein sospechó de las propias palabras del Tractatus logico-philosophicus (1921), que devino piedra fundacional de la pragmática lingüística. Sin embargo, como huyendo de la sospecha, obviándola, los medios de comunicación parecen hacer uso del lenguaje como si las palabras fueran sólidas (o transparentes, según se mire), confiables, bloques de sentido claro y unívoco; más aún, la publicidad que la prensa hace circular, por lo general, apunta a la veracidad como valor propio, que, en consecuencia, ha de inspirar confianza. Entonces, la pregunta que planteamos es: ¿Cumplir cabalmente tal oferta de veracidad es posible?

Ya en el Curso de lingüística general (1916) Ferdinand de Saussure puso sobre la mesa la sospecha. El lingüista suizo ensañaba en sus clases que el signo lingüístico es una especie de moneda cuyos lados corresponden al significado y al significante, respectivamente. Simplificando bastante podemos intentar resumir su explicación: En el libro usa el ejemplo de la palabra árbol y expone que cuando escuchamos o leemos esta palabra, ese sonido, esa cadena de letras (significante), hacemos una representación mental de lo que entendemos por este (significado). Asimismo, enseñaba que el signo lingüístico es arbitrario; es decir, que la palabra que usamos para designar al árbol pudo haber sido cualquier otra: no hay razón para que denominemos a los árboles árboles.

Partiendo de acá, la lingüística adquirió conciencia del carácter metafórico del lenguaje, lo cual la literatura ha puesto en marcha desde siempre. Pero también la legislación ha tenido que tomar en cuenta esto para evitar lagunas jurídicas. Es decir, las palabras pueden ser un problema, un silencio, más que un simple medio para comunicarnos. Precisamente la pragmática intenta dar cuenta de los elementos que entran en relación en un enunciado, desde la palabra misma hasta, por ejemplo, la situación del tránsito vehicular: texto y contexto, lo cual viene dado por la afirmación de que los sentidos desbordan las palabras. Como recuerda Roland Barthes: «Los significantes son siempre ambiguos; el número de significados excede siempre al número de significantes: sin eso no existiría ni literatura, ni arte, ni historia, ni nada de lo que hace que el mundo se mueva».

Pero volviendo a la pregunta que nos hacemos, ¿es posible cumplir la oferta de veracidad? Si retomamos a Barthes, «la verdad es imposible con el lenguaje». Si este está marcado por una arbitrariedad, si se sustenta en la ausencia, en la metáfora como subsistencia, luego, decir la verdad parece realmente imposible. Sin embargo, hablamos de verdad y veracidad dando por sentado lo que significan. En todo caso, pareciera que generalmente pensamos que un enunciado es verdadero si da cuenta plena, elemento por elemento, de un hecho determinado, lo cual no pasa de ser una representación o interpretación del mismo; esto es, ficción. ¿Y no es este mecanismo el que opera en los medios de comunicación y que hace que ante un evento determinado haya tan diversas lecturas? El habla se ejecuta desde un lugar específico (a veces un poco movedizo, otras con mayor o menor conciencia) que ofrece sus modelos de representación. Y los medios de comunicación son espacios que ofrecen tales modelos por excelencia, de ahí que estos sean susceptibles de lecturas desde lo literario. Ahora bien, las ficciones que leemos cotidianamente en la prensa tienen otros comportamientos o, viéndolo desde otro lado, son recibidas de manera diferente a como recibimos el objeto que concebimos como literario. ¿Qué nos impide hacer lecturas cruzadas?

Los medios han tomado para sí la verdad como estandarte, no así la literatura, sabiéndose imposibilitada para esto desde el comienzo; ¿es que aquellos sí lo ven posible? Una vez más habría que definir qué se entiende por verdadero. Sea como sea, los medios de comunicación tienen pleno conocimiento del rol que juegan socialmente (a estas alturas, casi un poder público más) y evitar tales lecturas cruzadas es fundamental para que funcione la puesta en circulación de los modelos que ofrecen, de lo contrario, no serían más que un poema de amor y veinte canciones desesperadas.

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* Para acompañar, completar, cruzar y despejar esta lectura acá dejo un enlace a Sobre la dificultad de contar, de Javier Marías.
** Un resumen de este artículo fue publicado hoy (16-III-2013) en el diario La Verdad.
IMAGEN:
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/e/ec/Bundesarchiv_Bild_137-05795%2C_Deutsche_Zeitungen_in_Nordamerika.jpg