Opinar es trazar una equis en un mapa, dar a conocer un lugar o, como solemos decir, dar un punto de vista; a su vez, tal lugar pone en evidencia diversas relaciones con otros lugares. El espacio como metáfora-brújula para poder movernos.
Ahora bien, ¿quién traza esa equis? Tal vez nos engañamos si pensamos que es alguien más allá del sujeto textual. Este es el que intenta (no puede hacer más que eso, intentar) dar coherencia al discurso, proponer un hilo de Ariadna que detenga las ambigüedades, los sinsentidos. El que dice yo pienso, yo creo, yo opino deja de ser el "escritor" desde el momento en que la escritura entra en juego. Lo más que tenemos es una serie de personajes (sujetos textuales) en escena que ensayan poniendo a funcionar un desarrollo o recorrido propio: una suerte de Bildungsroman fragmentada.
Sin embargo, también nos engañaríamos si, aferrándonos al personaje como agente ficcional, optáramos por hacer a un lado las señas que preceden al texto de opinión. No es casual que lo primero que leamos sea un nombre y un cargo o profesión: La opinión debe ser validada, respaldada, dar cuenta de su origen; en resumen, debe decir quién es el autor. Este, así como sucede con el sujeto textual, también pretende ser un dique del discurso, delimitarlo, darle un determinado carácter. Aquí, como en tantos otros campos, se pone en evidencia el juego social del nombre.
La sección de opinión de un periódico tiende generalmente a construir un diálogo, por lo menos, entre dos lugares (interlocutores), que irán acercándose o separándose según los niveles de permeabilidad de estos, si es que hay tal cosa, pues suele pasar que ambos conocen bien el terreno al que llegan y se saben cercanos a este: por eso el diario es (a) diario, más que por —el repetido— «saber lo que pasa». No hace falta decir que esta característica hace del diálogo un monólogo a muchas voces.
Si bien esto son solo apuntes, una lectura bastante incompleta (ni siquiera nos asomamos a ver la comunicación que se establece entre los textos de opinión dispuestos en una misma página y, más allá, con los del resto del periódico), no podemos dejar de hacer una pregunta: ¿para qué usar el mapa si ya se sabe dónde está la equis?
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* Texto publicado originalmente en el diario La Verdad (31-III-2013)IMAGEN: http://www.cadenatitulativa.com/imagenes/mapasantiguos/1829.GIF
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